Voy a confesarte algo…
He pasado por una etapa de desencanto en relación a la enseñanza. No me malinterpretes, me encanta enseñar yoga. Disfruto muchísimo del trabajo de preparar clases y después me lo paso muy bien cuando enseño, pero llevaba un tiempo sintiendo que mi propuesta no estaba funcionando bien, o al menos no tan bien como yo quería y eso últimamente me estaba frustrando bastante. Si conoces mínimamente Diseño Humano, sabrás que para los que somos generadores la frustración es la alerta que nos avisa de cuando estamos funcionando fuera de alineación con nuestra naturaleza.
Quiero explicarte las conclusiones a las que he llegado y cómo he pasado del estado de frustración a la ilusión y al sentimiento de que de nuevo estoy en el camino correcto para mí.
En lo que se refiere a la práctica de yoga, para mí es igual de importante la técnica con la que hacemos la práctica física que la filosofía o la meditación. Lxs que me conocéis desde hace años sabéis que siempre le he dado mucha importancia a la técnica.
Mi primer teacher training que duró 4 años no estaba tan súper enfocado a enseñarnos una técnica eficaz con la que ejecutar asana y no se hacían posturas muy complejas. Después empecé a practicar Anusara y tomé un teacher training completo y varias formaciones específicas bajo este método, incluidas dos formaciones en biomecánica y yoga terapéutico.
Realmente le debo mucho a ese método. Obviamente ese sistema de alineamiento y mi compromiso máximo dieron sus frutos. Pasé de tener una práctica muy tranquilita a poder hacer cosas realmente enrevesadas y a enseñarlas con precisión. Disfrutaba llevando a mi cuerpo y a los de otrxs a rangos articulares máximos y me lo pasaba realmente bien.
Después de años de estudio, práctica comprometida y algunos dolores en el cuerpo, en mi mente se abre la posibilidad de contemplar que igual la técnica que estaba usando y mi manera de practicar tenían lagunas, excesos y carencias.
Lagunas en cuanto a la comprensión de la biomecánica que hace que se tomen los alineamientos como máximas absolutas.
Exceso de esfuerzo, de energía muscular que se traducía en rigidez, exceso de intensidad.
Carencia de suavidad, de respiración, de liberación de tensiones.
Siento que he pasado un montón de años construyendo un modelo de práctica y enseñanza y otros tantos desmontándolo. Como ves, he estado entretenida.
Todo el proceso que he vivido hasta aquí me parece realmente valioso y me honro a mí misma por haberlo sostenido con humildad, creatividad y alegría.
Ahora estoy en un punto muy feliz con mi práctica física. Si bien es cierto que las lesiones me tienen todavía muy limitada, he experimentado lo bien que sienta una práctica enfocada en liberar tensiones, quizás con menos posturitis, menos vinyasa y florituras.
Más simple, con más tiempo de permanencia, más respiración y menos intensidad.
Estoy estudiando y aprendiendo muchísimo sobre el sistema fascial o cadenas miofasciales en el contexto de la práctica de yoga y estoy empezando a aplicarlo en clase con mis alumnxs y viendo ya muy buenos resultados.
Para ser sincera, tengo que reconocer que hasta ahora he estudiado biomecánica con profesores especializados, pero desde el filtro del método Anusara, algo que hace tiempo me ha dejado de encajar. En este momento de mi vida prefiero aprender de un profesor “neutral” que no tenga la necesidad de defender ninguna marca.
Estoy iniciando una especialización en biomecánica aplicada al yoga, esta vez con un profesor que enseña muy claro, desde la lógica y la neutralidad, fuera de las leyes de cualquier estilo de yoga.
Presiento que me va a volar la cabeza más de una vez.
Pinta bien.
Ya os iré contando.
Con Amor,
Pilar GH.
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