Sin duda, vivir la vida es todo un arte. A veces me pregunto cuál es mi parte en las distintas escenas se que me presentan. Cuándo toca ser la protagonista y estoy llamada a hacer y cuándo es momento de retirarse un poco y dejar que la fuerza de la vida haga. Este diálogo constante entre la acción y la entrega no se me antoja nada fácil.
A lo mejor es porque estoy más en el hacer del papel protagonista de la escena y desde ese lugar (a veces de encabezonamiento) no escucho con claridad la llamada de la Shakti. Uno de mis maestros más queridos dice que el universo está siempre mandándonos mensajes pero que somos duros de oído. A veces la llamada es a parar. A entregarnos a la realidad de la vida. A no hacer de una forma activa (porque en realidad no hacer también es hacer) y dejarnos ver donde la vida nos lleva. Me parece una idea revolucionaria en estos tiempos que corren, la verdad. Y en esas estoy. Queriendo escuchar los mensajes de la vida y participando de la forma más armónica posible con el flujo.
Soltar las clases de la mañana ha sido un proceso difícil para mi, que ha dejado experiencias de frustración, enfado y desvalorización. Pero cuando por fin me he rendido (en el sentido de entrega al flujo) se ha sentido rico. Y de repente me siento en mi elemento. Me he regalado tiempo. Tiempo en casa para cocinar rico, para practicar a solas, para ir a Yoga Durga y practicar allí con esa Kula tan divina, para desayunar con mis compañeras-hermanas del alma, para revisar textos y estudiar. Definitivamente siento que era la llamada. Gracias infinitas a esta vida que me habla. Y gracias a mi práctica que poco a poco va abriéndome el oído :)
¡Om Shakti!
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