¿A qué te suena la palabra ecuanimidad? Ahora mismo me suena a equilibrio, a centro y a libertad. Pero no siempre ha sido así. Hace unos años me sonaba a "gente que se aleja del sentimiento para no querer sufrir" o a "corazón vacío". ¡Ay mis limitaciones y yo!
Después de mucho tiempo, de estudio, contemplación y experiencia ya puedo hablar sobre la ecuanimidad sin que mi interior grite "¡es frialdad, es frialdad!".
Por definición la ecuanimidad es el estado de no afectación, de no verse alterado por nada. Que experimenta pero no se altera. La ecuanimidad es presencia en lo que es y es un atributo de la suprema conciencia, y en mi experiencia lo experimentamos como la consecuencia de estar enraizados en la conciencia testigo, observando la realidad de cada momento.
Tal y como yo lo veo, la falta de ecuanimidad nos hace experimentar la cosa de una forma más reducida, limitada seguramente por nuestras memorias, juicios, etc. Experimentar desde ese arraigo en el centro del ser, en la conciencia testigo, estando en presencia, el zoom de nuestra experiencia y la comprensión se expande. Aparece un reconocimiento claro de la realidad a la vez que una toma de tierra profunda y serena. Por eso a menudo se dice que estar en ecuanimidad es la puerta de entrada a la experiencia de paz profunda.
En la tradición Kaula, la ecuanimidad aparece como la sabiduría del elemento tierra. Y es que cuando estamos arraigados en nuestro centro, vamos a poder experimentar la energía liberada de la tierra: la estabilidad, el reconocimiento de lo que es, la aceptación, el contentamiento y la experiencia de plenitud y abundancia aparecerán por si solas, como una consecuencia de estar en presencia.
Si por el contrario nos vemos arrastrados por los vientos de las fluctuaciones de la vida, las corrientes emocionales o dependemos del si nos alaban o nos rechazan, esas cualidades liberadas de la tierra se diluyen. Y nos sentiremos plenos solo cuando las cosas estén a favor y en vez de aceptación habrá resistencias, nos sentiremos inestables, inseguros y en carencia.
También me he dado cuenta de que una actitud ecuánime evita que nos identifiquemos en exceso y puede liberar apegos.
Definitivamente hay mucha más libertad y menos sufrimiento cuando hacemos de la ecuanimidad una actitud ante la vida. Yo me lo he propuesto, ¿y tú?
Te leo...
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